1985: Benjamin Libet, un neurocirujano de la Universidad de California, publica un sencillo trabajo de investigación en la revista Behavioral and Brain Sciences titulado "Unconscious cerebral initiative and the role of conscious will in voluntary action" (La iniciativa cerebral inconsciente y el papel de la voluntad consciente en la acción voluntaria). Al calificarlo de sencillo, me refiero a que no tuvo que recurrir a complejos estudios bioquímicos, genéticos o quirúrjicos para llevarlo a cabo. Sin embargo, las implicaciones de tal experimento fueron una revolución, y no sólo en su campo.
Libet colocó una serie de electrodos en sus pacientes para recoger las acciones de sus brazos y medir la actividad cerebral mientras contemplaban un punto que giraba alrededor de un reloj de pared. Sin perder de vista dicho punto, los pacientes debían flexionar sus muñecas espontáneamente. De este modo, Libet pudo cronometrar tres acciones: el inicio del movimiento, el momento en que se tomaba la decisión de hacer dicho movimiento, y un patrón de actividad cerebral que se conoce como potencial de disposición (readiness potential). Este potencial de disposición está asociado a una planificación cerebral que se da justo antes de iniciar una acción compleja. Por tanto, dado que el movimiento de la muñeca era una acción consciente que tomaban los pacientes cuando querían, el proceso lógico debeía ser el siguiente: primero se desencadenaría la toma de decisión de mover la muñeca, después se registraría el potencial de disposición (la planificación del cerebro de la acción de mover la muñeca), y por último el inicio del movimiento.
Los resultados del experimento demostraron que el potencial de disposición aparecía aproximadamente 550 milisegundos antes de iniciar el movimiento de la muñeca, mientras que la decisión de actuar lo hacía sólo 200 milisegundos antes. Es decir, el cerebro preparaba el movimiento complejo de la muñeca antes de que el paciente tomara la decisión "consciente" y "voluntaria" de realizar dicho movimiento. Dicho de otra forma más coloquial, el cerebro pasaba olímpicamente del "yo" de los pacientes y comenzaba a actuar antes de que ellos tomaran la decisión de hacerlo. El cerebro no necesitaba al "yo" para actuar, podía hacerlo de forma independiente y autónoma, y por alguna razón se creaba después una especie de "ilusión" de que el "yo" había tomado la decisión. Creo que la controversia respecto a los trabajos de Libet aún sigue, pero parafraseando a Susan Blackmore "Muchos filósofos y científicos han argumentado que el libre albedrío es una ilusión. Al contrario que todos ellos, Benjamin Libet encontró una forma de comprobarlo".
Os dejo para que saquéis vuestras propias conclusiones, y ya que mis conocimientos de neurocirujía no son lo que se dice de un profesional, agradeceré enormemente la intervención de alguno para que aporte lo que sepa sobre esto ;)
domingo, 4 de noviembre de 2007
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2 comentarios:
Hombre, pues no parece nada tonto el artículo. Aunque me lo tendría que empapar bien.
Intentaré pasárselo a Jose Carlos que es Neurólogo y que me cuente sus impresiones, ok?
Salu2
Ojo, que yo no he dicho que el artículo sea tonto, he dicho que el experimento era sencillo, que es distinto, y con unas implicaciones y unos resultados demoledores, por lo que me parece un artículo muy elegante en ese sentido. Sin recurrir a técnicas sofisticadas, el autor es capaz de demostrar algo que hace tambalearse los cimientos de "lo que creemos que somos".
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