Seguro que todos hemos escuchado alguna teoría conspiratoria, al menos una vez. Hay algunas que resultan totalmente increíbles (al menos para la mayoría de la población), pero se transmiten como algo divertido y/o curioso, lo que los convierte en buenos memes durante un tiempo (mientras dure su gracia). Entre ellas podemos encontrar la que niega que Neil Amstrong (& Co.) haya pisado la luna, que la cienciología maneja Hollywood, o que el pollo frito causa esterilidad en hombres afroamericanos. De verdad, las anteriores son sólo un ejemplo, podéis consultar más aquí, o si no domináis el inglés, en este otro enlace.
Esto ha llevado a que se utilice el término "teoría conspiratoria" de una forma peyorativa o despectiva, para desacreditar teorías o hechos que desenmascaran o apuntan realmente hacia "conspiraciones" reales. Desde luego, no pretendo con esto justificar cualquier indicio de conspiración. Pero recuerdo que leí (o escuché) alguna vez que hoy día la cuestión no es si estás paranoico, sino cuánto de paranoico estás. O lo que es lo mismo, hasta dónde estás dispuesto a creer en una teoría conspiratoria. Hace años, jamás me hubiera planteado que pudiera haber grupos o entidades que tengan las riendas o tomen decisiones que nos afectan a muchos (como la comisión trilateral, o el grupo PRISA). O sencillamente, no me lo hubiera creído. Pero creo que algo cambió cuando vi la película JFK.
A lo largo de los años, me encontré después con hechos históricos que apuntan hacia la existencia de este tipo de conspiraciones, en las que unos pocos deciden sobre el destino de muchos. Un ejemplo conocido es la del hundimiento del acorazado USS Maine, que sirvió como excusa para la implicación de EE.UU. en la guerra de Cuba. Queda a vuestro criterio (y a vuestro grado de paranoia) decidir sobre la veracidad de este tipo de historias. Pero lo que a mí más me preocupa no es lo que he leído, sino la experiencia directa que he tenido con la gente que me rodea en las luchas por el poder y el control, en algo tan nimio como la investigación. Si esto es así sólo por un poco de financiación para investigar, me puedo hacer una idea (seguro que demasiado pequeña) acerca de lo que será cuando estén en juego grandes fortunas y mercados. Y por mucho que me insistan, no me creo que los miembros de la comisión trilateral se reúnan para tomar unas copas y charlar sobre golf.
Como despedida, aprovecho para recomendaros un magnífico libro de Umberto Eco, que es en definitiva una sátira sobre las teorías conspiratorias: El péndulo de Foucault.
miércoles, 23 de enero de 2008
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